Nueve mujeres y cinco músicos conforman el colectivo Sinchi Warmikuna, un grupo de cantoras comunitarias que desde Imbabura ha logrado convertir la memoria de sus abuelas en un proyecto artístico que empieza a trascender fronteras. Con raíces en los pueblos cayambis, caranquis y otavalos, sus integrantes rescatan la fuerza de la voz como un instrumento vivo, capaz de contar la historia de sus comunidades. Luego de una década de trabajo, llegarán por primera vez a un escenario internacional: el Festival Orígenes: Sonidos y Saberes Ancestrales, en Bogotá, Colombia, evento que se desarrollará del 27 al 31 de agosto. “Sinchi Warmikuna significa literalmente mujeres fuertes, pero nosotras hemos hecho el ejercicio como de dar un contenido distinto y nos identificamos como mujeres que hablan de frente”, explica Ana Cachimuel, coordinadora de la agrupación. El colectivo se consolidó durante la pandemia y desde entonces ha dado un nuevo sentido al canto comunitario femenino. Sus letras nacen de la vida cotidiana y de la memoria ancestral: “Cantamos a la siembra, cantamos a la cosecha, cantamos a un hijo que se fue, cantamos a la mamá que ya no está aquí”, dice Cachimuel, convencida de que su música es un puente para fortalecer la identidad y la lengua. El trabajo vocal que realizan rompe esquemas. En las comunidades andinas, el canto tradicional se interpreta al unísono, pero Sinchi Warmikuna ha decidido explorar la polifonía vocal, arriesgándose a innovar sin perder la raíz. Cada canción recupera tonos, fraseos y formas de canto propios de los pueblos originarios, y al mismo tiempo se abre a una propuesta artística que dialoga con nuevos públicos. UN RETO ARTÍSTICO Y COLECTIVO Ese proceso no ha sido sencillo. “El mayor desafío que han tenido las compañeras es poder encontrar la posibilidad de cantar otras voces, que no sean las melodías en primeras líneas que son las que están acostumbradas a cantar en sus pueblos”, dijo Óscar Betancourt, director y arreglista del grupo, La propuesta instrumental —que incluye guitarra, bandolín, percusión y vientos andinos— se ha diseñado como un telón sonoro que realza, pero no eclipsa, las voces femeninas. “Lo musical está por detrás de las voces, siendo las voces el principal motor de las Sinchi Warmikuna”, enfatiza Betancourt. El repertorio que llevarán a Colombia está compuesto por 14 canciones, algunas en unísono y otras en arreglos de hasta cuatro voces, que muestran la amplitud del registro femenino andino: desde agudos penetrantes hasta tonos graves y profundos. Su presentación será el 31 de agosto en el emblemático escenario al aire libre La Media Torta, en Bogotá, donde cerrarán la programación junto a la agrupación colombiana Kaipimikanchi. Además, participarán en la agenda académica del festival con una ponencia sobre su proceso organizativo. “Nos parece muy importante, después de nuestro esfuerzo, después de nuestro trabajo arduo, pues hemos venido luchando por conseguir espacios dentro de nuestro propio territorio, aquí en Ecuador, y no lo hemos conseguido, pero las miradas desde otros pueblos, como Bogotá, han sido sensibles para considerar el trabajo de las mujeres cantoras quichuas”, comentó Cachimuel. En cada presentación, Sinchi Warmikuna demuestra que cantar es también resistir, transmitir memoria y sembrar futuro. Sus voces, que nacieron en los patios y mingas de las comunidades, hoy se escucharán en un escenario internacional, llevando consigo el eco de las abuelas y la fuerza de la raíz.