310 habitantes de la comunidad Santa Cecilia, en la parroquia Lita del cantón Ibarra, se preparan para dejar atrás sus casas y tierras a fin de dar paso al proyecto minero Cascabel, considerado el yacimiento de cobre más grande del Ecuador y uno de los más importantes de América. El plan de explotación, a cargo de la empresa australiana SolGold, se desarrollará en una concesión de 4.979 hectáreas, con un contrato de operación vigente por 33 años firmado en julio de 2024. UNA REUBICACIÓN INÉDITA EN IMBABURA Santa Cecilia está situada entre dos montañas en el norte subtropical de Imbabura. Sus limitaciones en servicios básicos, especialmente en agua potable, y la precariedad de su vía de acceso contrastan con la riqueza mineral que yace bajo su suelo. El director de sostenibilidad de SolGold, Hugo Arnal, explicó que en esa zona se ubican dos depósitos: Alpala, uno de los mayores del hemisferio, y Tandayama, de menor tamaño pero de explotación más rápida y económica. “La reubicación es inevitable. El polvo, el tránsito de maquinaria y los movimientos de tierra afectarían directamente la salud y la calidad de vida de los pobladores”, precisó. El proyecto contempla comprar 120 predios y levantar un barrio nuevo en el que se asentarán los 91 hogares censados. En esta localidad casi el 90% de las familias no es propietaria de la tierra donde vive actualmente y cerca del 40% está en pobreza crítica, factores que según Arnal hacen de esta reubicación una oportunidad para mejorar condiciones de vida con acceso a mejores servicios, viviendas seguras y una escuela de calidad. ACUERDO MAYORITARIO, PERO CON INCERTIDUMBRES Desde 2012, SolGold mantiene presencia en la zona trabajando con 16 comunidades aledañas a la concesión. De todas ellas, únicamente Santa Cecilia está en medio de los depósitos de cobre y requiere traslado. El 30% de su población ya trabaja para la compañía y la mayoría acepta mudarse siempre que el reasentamiento sea dentro del área de influencia minera, lo que garantizaría oportunidades laborales. Tras dos años de negociaciones y más de una docena de asambleas comunitarias, 90 de las 91 familias ya aceptaron trasladarse a un nuevo terreno. “En este proceso se hizo una selección de entre tres alternativas y se seleccionó una en la comunidad de Palo Amarillo, está más o menos a 15 kilómetros de aquí”, señaló Eduardo Montesdeoca, presidente de la comunidad Santa Cecilia. La mudanza, sin embargo, no tiene fecha. La urbanización aún no se construye y en el caserío ya no se ven nuevas casas ni cultivos. «En este momento ya no hay los productos que aquí se tenían anteriormente, como plátano, yuca… todo eso se ha acabado”, lamentó José María Tobar, habitante del lugar. En otros moradores, en cambio, persiste la incertidumbre. “Dicen que nos van a reubicar, pero no sabemos bien porque el terreno no está comprado todavía”, advirtió Clemencia Pantoja. Pero hay un ahnelo que tiene el pueblo en general. Quieren llevarse al menos el nombre al nuevo acentamiento, aunque sus recuerdos se queden anclados en este lugar.